LA VIRTUD DE LA MISERICORDIA

"JESUS YO CONFIO EN TI"
LA VIRTUD DE LA MISERICORDIA- EL DEBER DE HACER ACTOS MISERICORDIOSOS
La virtud de la misericordia es el lazo de unión entre la gente, la madre vigilante
que a todos los que sufren salva y consuele, es una imagen de la Providencia Divina,
ya que tiene los ojos abiertos a las necesidades de todos, es sobre todo, el reflejo de
la misericordia Divina, como dijo el Salvador: “Sed misericordiosos como vuestro padre es misericordioso” (Lc 6, 36).
Debemos comprender que esa virtud no es nos solamente recomendada, sino que es un estricto deber de todo cristiano. Mucha gente tiene un concepto erróneo sobre la virtud de la misericordia, piensan que, cumpliendo actos misericordiosos hacen sacrificio y realizan la gracia que depende de su voluntad y de su buen corazón.
Pero es totalmente lo contrario. La virtud de la misericordia no es sólo un consejo
que se puede aprovechar o ignorarlo sin pecado; es una ley estricta y un deber.
De su cumplimiento nadie se puede liberar. Esto se deriva de la Sagrada Escritura,
de la voz de la mente, de la relación de nuestra hermandad.
Ya en el Antiguo Testamento esa virtud obligaba rigurosamente a todos. Leemos en los libros de Moisés: “Es verdad que nunca faltarán pobres en tu país. Por eso yo te ordeno: abre generosamente tu mano al pobre, al hermano indigente que vive en tu tierra.” (Dt 15, 11).
(...) Hasta  más, el deber de la misericordia nos lo impone el Salvador. Describiendo
el Juicio Final pone en la boca del juez la siguiente sentencia:
“Aléjaos de de mí, malditos; id al fuego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles”
(Mt 25, 41).
(...) Y como el único motivo menciona la falta de las actos de misericordia hacia los prójimos. “Pues tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed,  y no me disteis de beber; estaba de paso, y no me disteis alojamiento, desnudo, y no me vististeis; enfermo y preso, y no me vinisteis a visitar (...) En verdad os digo, que todo lo que no hicisteis por una de estas personas, por humildes que sean, tampoco por mí lo hicisteis” (Mt 25, 42- 45).
Después de las palabras de Jesús probablemente no hay que demostrar que la virtud de la misericordia es una rigurosa obligación, porque Dios justo no puede castigar por lo que no había sido dictado.
(...) Los innumerables fragmentos de la Sagrada Escritura hablan del premio terrenal por la misericordia demostrada al prójimo “El que se apiada del pobre presta al Señor, y él le devolverá el bien que hizo.” (Prov. 19, 17).
(...) y más bendición y gracias promete Jesús a los misericordiosos:
“Dad a otros, y Dios os dará a vosotros. (...) Dios usará con vosotros la misma medida que vosotros uséis con otros” (Lc 6, 38).
(...) El pago por la misericordia no se termina con las cosas terrestres. Cien veces más valiosos son los bienes espirituales con los que Dios recompensa esta virtud, todas ellas se encierran en una expresión: el perdón y la gracia de Dios. Es el bien mayor, el tesoro más preciado, la perla más preciosa que se puede encontrar  fácilmente, practicando la virtud de misericordia hacia los prójimos. Si alguien tuvo la mala suerte de aflojar su fe y yerra por la vida como un ciego, que sea misericordioso y en ese camino seguro que encontrará la luz celeste perdida. Y si alguien todavía no ha llegado a conocer la misericordia Divina y por eso no puede imitarla, que empiece con la práctica de la misericordia hacia los prójimos y seguro que se cumplirán en él las palabras del Salvador: “Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.” (Mt 5, 7).
(...) La virtud de la misericordia nos consigue las gracias y la luz, nos limpia de pecados, dirigiéndonos al Sacramento de la Penitencia, salva el alma de la muerte, o sea de la condenación eterna, como dice la Sagrada Escritura: “pues la limosna libra de la muerte y preserva de caer en las tinieblas” (Tob 4, 11).
(...) Para recibir el premio eterno por las actos misericordiosos deben cumplir unas condiciones, es decir: hay que cumplirlas con intención pura, de buena gana, sin cesar y sin mirar a quien las hacemos.
(...) ¡Qué honor tan grande sustituir a Dios en la tierra haciendo Su misericordia y sacar a los hermanos de la miseria y eliminar sus carencias físicas o morales!
(...) ¡Qué felicidad para nosotros que Dios nos permite tan fácilmente expiar los pecados y merecer la recompensa eterna!”

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