Salvar almas.



Salvar almas.
No hay ocupación más grata a Dios que la de salvar almas. Dios quiere salvar almas, y nosotros tenemos que secundar esa divina voluntad con nuestro esfuerzo continuo. Utilicemos todos los medios que el Señor ha puesto a disposición de su Iglesia, que son los Sacramentos, las oraciones, las indulgencias, y hagamos pequeños sacrificios, pequeñas renuncias, y recemos mucho, puesto que a través de la oración se reciben innumerables gracias para nosotros y para nuestros hermanos. La oración debe ser el centro de cada uno de “los últimos”, porque es Dios el que convierte y no nosotros, que somos simples instrumentos de la misericordia divina. Pero también estemos prontos a emprender toda actividad apostólica. Como dice el dicho popular: “A Dios orando y con el mazo dando”, es decir, debemos rezar y poner todo en las manos de Dios porque todo depende de Él, pero tenemos que esforzarnos y hacer todo lo que podamos como si todo dependiera de nosotros solos. Y después de haber hecho todo lo que teníamos que hacer, considerémonos solamente siervos inútiles, que no han hecho más lo que se les ha mandado, y estemos contentos de haber realizado la voluntad de Dios, porque en verdad no hay alegría más grande que el saber que Dios está contento con nosotros y con lo que hacemos.
¡Que Jesús y María, los dos grandes Últimos, nos bendigan!

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